Cuando reflexiono sobre el impacto de las mujeres en mi vida profesional, la respuesta es clara: mis alumnas han sido una fuente constante de inspiración y aprendizaje. En el marco del Día Internacional de la Mujer, quiero rendirles un homenaje a través de estas palabras.
Cada aula en la que he estado se ha convertido en un espacio lleno de historias, esfuerzo y resiliencia. Mis alumnas no solo han absorbido conocimientos, sino que también me han enseñado lecciones invaluables. He sido testigo de su determinación para superar desafíos, de su creatividad para encontrar soluciones y de su entusiasmo por perseguir sus sueños, sin importar cuán lejanos pudieran parecer.
Algunas de ellas han compartido conmigo sus luchas para compaginar estudios, trabajo y familia, y lo han hecho con una fortaleza que solo puede describirse como admirable. Otras han demostrado que la curiosidad y la pasión por aprender no tienen límite de edad ni barrera que las detenga. Y muchas han transformado mi manera de enseñar, desafiándome a ser mejor formador, a escuchar más y a adaptar mi enfoque para que ellas puedan brillar aún más.
A lo largo de mi carrera, he aprendido que ser formador no consiste únicamente en enseñar. Es un intercambio constante. Mis alumnas me han recordado que la educación es un vehículo para el cambio, y cada logro suyo me confirma que, a través de pequeños pasos, estamos construyendo un futuro más igualitario.
Por eso, celebro a mis alumnas: mujeres increíbles que, sin saberlo, moldean a quienes les enseñamos y dejan una huella profunda en nuestro camino. Gracias por ser ejemplo, motor de cambio y la prueba de que el aprendizaje siempre es mutuo.
Como siempre digo mis alumnxs son lo único por lo que sigo siendo docente, lo más importante, sois lo puto mejor
Ellas
